Efectivamente, un color no es algo tangible, sino una sensación, que depende del modo de percepción lumínica del individuo. Es por esto que no todos los seres vivos perciben los colores de la misma manera, algunos tienen dificultades para diferenciarlos y otros no los perciben en absoluto. El mismo fenómeno ocurre con los medios de captación de imágenes; la gama de colores y tonalidades puede variar dependiendo de la calidad del receptor, el soporte de grabación o la pantalla utilizados.
Los colores producen diferentes emociones e influyen de manera decisiva en nuestra percepción de la realidad. Colores primarios y secundarios, en sus infinitas combinaciones entre sí tienen el poder de transmitir un mensaje o emoción concreta, no es recomendable obviar ni subestimar la decisión de un diseñador de emplear un color específico a la hora de crear una imagen, indistintamente del uso que se le confiera.